Que no, que no te lo digo,
no tienes por qué saberlo,
que tengo yo mil razones
para guardarme el secreto.
Que no quiero pregonarlo
ni echar campanas al vuelo;
que debes vivir tu vida
al margen de este absurdo juego.
Sólo sé de ti tu nombre
y aún dudo que esté en lo cierto;
que tienes los ojos verdes
y la voz de terciopelo.
Que tienes la sonrisa blanca
transparente como el cielo;
limpia y clara la mirada,
y el pelo negro, muy negro.
Me basta sólo con verte
y adivinarte en mis sueños,
y saber que tú no sabes
lo que yo escondo en mi pecho.
¡Pero si no tiene importancia!
¡Si tampoco tiene remedio!
¡Que no te lo diré nunca!
Insisto: no debes saberlo.
Por nada del mundo diré
lo mucho que te estoy queriendo.
Yo creo que se merece mil comentarios y un “te quiero”
por tan hermoso “querer” en silencio.
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Gracias a Hélène, siempre al quite. Salud.
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