Las cosechas de trigo y cebada
casi recogidas en su totalidad.
Los garbanzos y las habas
se granan y se dejan secar.
El cilantro a manojos
se enreda como aros
y una vez seco
se rasca con piedra
para que los granos
vayan soltando.
El girasol que gira y gira,
entre la noche y el día,
se siega con maquinarías
que al cortar los lampazos,
sus pipas traga y guarda.
Los mulos amarrados
a una traba de hierro,
clavada en el suelo,
apuran el rastrojo
dejado en el campo ,
ahora desierto.
Mientras la cuadrilla
busca la sombra de olivos
va recogiendo los hatos,
para otro día;
ordenándolos.
Al fresco del patio del cortijo
se sientan bajo la parra
y se ponen a conversar
de las tareas que aún quedan
por terminar.
No faltan los amoríos
ni el cortejo entre guiños y refranes,
suenan coplillas de campo,
de amor
y las estivales.
Entonces intento hablar
del sol
del calor
del azul del mar
de las olas
del amor
¡Qué tópico!
Y de los fulgores que se desvanecen
con la misma rapidez con la que siempre se derrite sólo mi helado.
De los colores ávidos, como reyes,
por los que me desvivo
aún en el más crudo de los inviernos.
De los cuerpos exhaustos
expuestos
a la intemperie de la sal.
De esos amores,
no puedo evitarlo,
locos, locos,
quemados y
a contraluz
en los bares
y en las calles que arden
en fiestas
repletas de gente.
Siempre hay música estridente en verano
y un gusto por lo efímero que conquista .
Y ese aire que me despeina y me enamora
el mismo aire que un día levantó mi falda
revolcó mi pelo
y me reveló
lo feliz que podía ser en el desorden
de los besos
en el caos de esos días imprevistos
que nacen sólo
para morir
y renacer
convertidos en otros.
¿Sabes qué ocurre?
A pesar de que las ventanas
están ya abiertas
de que el aire que ventila cada mañana
religiosamente
la casa
trae las semillas de flores arrancadas,
en otros balcones muertas.
A pesar de que mis pies
buscan el consuelo
en el frío de las baldosas.
De que hace días
que mis jerseys de lana
yacen desordenados
dentro de mi armario
sin que logre poner orden
al asombro
de su abandono.
A pesar de que mi balcón
luzca como ninguno
con esos geranios rojos
y esa tupida menta
que me pide a gritos que la ponga dentro de la fresquita jarrita de te verde de la nevera
antes de que se seque de pena
A pesar de toda esa alegría que
inunda las calles
como nunca
Sigue
sigue sin piedad
reclamando en mí
un lugar
este invierno
Siguiendo los pasos de la creación: Poema: Mayca Soto (Barcelona)