A Diana Ballesteros
Acá, mis manos,
a veces dialogan con tus manos
y establecen un lazo de palabras dichas
que no requieren interpretación.
Como un propio y
catastrófico lenguaje perfeccionado
con el paso
del tiempo.
Mis manos te hablan a través del silencio
de arañones,
de caricias,
de pellizcos
a través de la melancolía.
Te conservo dentro,
muy dentro,
en la memoria
de la punta de mis dedos.
El tacto con tu cuerpo
envuelto en una terrible y sucia
sábana de lamentos.
Aquí te tengo,
en la punta de la lengua en forma de dulce
en los labios,
en el cigarro,
te llevo hasta por debajo de las uñas,
de mi piel,
te expulso tan sólo
para volver a absorberte
con un fuego purificador y colérico.
Te llevo en la garganta,
en forma de palabras no dichas,
encrispadas,
en un solo y lamentable
nudo seco y carraspero.
Te necesito,
mon amour,
mon chéri,
Ballesta mía,
te necesito para romper con este
ensordecedor silencio.
Para quebrar el cristal
de esta infernal barrera,
entre tu cuerpo
y mi cuerpo.
Alejandro Cruz (Ciudad de México)
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