Son ya muchos los autores que dicen que publicar un libro es como dar luz a un hijo, no sé lo que supone un parto, ni su preparación pero sé que también cuesta soltar y dejar marchar “a” un libro-hijo.
No tengo claro cuando pensaba hablaros de Diario poético de una cautiva, cuál hubiera sido la mejor forma de hacerlo, ni cuánto tiempo pensaba contemplarlo, protegerme y protegerlo… Pero una serie de acontecimiento totalmente imprevistos, por los que doy las gracias, me acaban de empujar a hacerlo, así que:¡Al agua pato!
Cuando Fernando Pessoa escribió: “moverse es vivir, decirse es sobrevivir”, no podía imaginar que, un día, Hélène Laurent escribiría Diario poético de una cautiva, un poemario que ilustra a la perfección sus palabras. En este libro, la autora “dice” la experiencia de un sujeto poético confinado física y psicológicamente; una mujer que sufre una condena (“¡siete años!”) de la que dan cuenta las palabras, las imágenes y unos márgenes-barrote a modo de calendario de un preso que cuenta los días para la libertad: Un muro que dilata, más aún, la distancia, física y mental, entre el exterior y el interior. “Una cortina de metal, con las grietas suficientes para que el polvo filtre la luz”, es el único contacto con el mundo; la única puerta de acceso a una misma cuando “los pensamientos vienen martilleados por el reloj de pared que clava cualquier sueño a tierra.” Por esta razón, nuestra autora, como Alejandra Pizarnik, parece escribir para que no le suceda (otra vez) lo que teme, para que lo que le hiere no sea (más).