Anoche creí volver a aquel reducto llamado habitación
donde “Les danseurs bleus” de Degas
con su azul tutú
decoraban el marco superior de la puerta.
Rozaba el suave azul
de la tela que acompañaba mis ensueños.
Aquel reducto donde se perdió mi adolescencia
y
se inició
mi absurda edad adulta…
En la pared unos versos de Benedetti -que llegué a memorizar un día-
“mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites”,
mi primer dibujo a sanguina enmarcado
por el aprecio maternal
y una foto de la catedral de Florencia pegada
en una estantería rebosante de filología,
que mi padre decía que no servía para nada.
No comprendía el crecimiento de mi alto vientre
y en la circularidad de mis días,
me masturbaba con canciones de Bon Jovi y después lloraba.
Llegó el día de partir,
de echarse todas las mierdas a la espalda
y abandonar el tutú azul, las estrategias,
a Madame Bovary y a Niebla…
Más de 4000 kilómetros de tierra para seguir escuchando a Bon Jovi
y seguir llorando
y seguir sintiéndome plena y libremente gilipollas.
En las idas y venidas seguía sin encontrar mi estrategia…
Después de tantas lluvias
comprendí que me necesitaba yo.
¡Tan pocas veces me encontré
y
tantas me necesitaba!
Aún hoy lloro,
pero solo después del ritmo de lambada.
Susana G. López (Barcelona)
susanaglopez.jimdo.com
poema busca ilustración (propia y apropiada)
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