El archivo-memoria me recuerda aquel tiempo:
un día vivíamos entre gavillas de sarmientos
y la escarcha helaba nuestros corazones de trapo.
Teníamos el sueño de encontrar fogatas en la noche.
Cada mañana pasaban los carros del verano
y llenaban de polvo acre nuestras miradas.
Nuestro tiempo era arañado por promesas de futuro
que emitía el viejo transistor.
Después de unos entierros llegaron tantos sueños de grandeza
que las manos se nos quedaron pequeñas como anillos
de un oro tan caro como inútil
y bajo nuestros zapatos anidaron pájaros muertos y padres ausentes .
Fuimos corriendo hacia el todo sin mirar el atrás.
Nuestro corazón se había quedado helado
en algún profundo rincón de aquella vieja casa
de nuestro misterio.
Éramos el trigo ya seco
que espera a la maquinaria cosechadora.
Éramos el monte viejo, los pinos, los pinos azotados,
las aliagas de sangre, el monte abandonado
y vivo de orugas hambrientas;
pero no sabíamos del aquí y el ahora.
Ahora estamos volviendo a esos lugares
donde somos lo que somos
y no nos importa si alguien nos odia
pasamos ante sus colmillos
sonriendo a la espuma del café.
Las borracheras de Jim, del gran Jim Morrison
eran eso, borracheras
para espantar a sus hienas,
eran eso,
y no la gloria ni el sueño ni la siembra
de nada.
Parte de nuestra tribu se ha quedado
estancada en los ríos sin agua
y eso es lo que hay.
Sueñan con ídolos dorados y ya no vendrán nunca
porque alguien ha cortado a cuchillo la línea de sus días.
Seguimos siendo el trigo seco que no espera, es trigo.
Somos las notas musicales de un piano de viento.
Volvemos
A esos lugares donde dejamos de forzar el rostro
tras cuarenta años poniendo mandíbula de sueco y rellenando vales descuento, comprando arena para gatos a pilas.
Hemos dejado de tintarnos del pelo por un plano de TV
como hacían esas rubias californianas de las películas malas,
esas rubias de pechos inflados
que hoy mueren de infección de orina
tras veinte años sin que su teléfono suene
ni el plástico de los pechos se terse.
Volvemos,
tal vez veamos ardillas en el parque,
escuchemos lágrimas salir por las ventanas
y nos envuelvan los aromas de tabacos amargos
expulsados de sus bocas.
Paulo Coelho también ha muerto
Igual que el resto de su tribu de profetas.
Todos ellos se oxidaron frente a la costa de sus días,
como viejos portaaviones
de la felicidad.
Hemos sospechado que nuestro tiempo se acaba,
estamos de pie frente el cañón de las profundidades,
aún podemos beber una cerveza fría en el bar Carmona
porque estamos vivos y , al fin, sin ángeles.
Los recuerdos eran sólo blandos archivos
que se borran o se cambian
caracolas en algún mercado de Ítaca,
mi ciudad, en la que nunca estuve.
Nos tocó en el oráculo de nuestros días grises conocer al fin
que esta vida se agota
desde el primer halito de aire que tomamos
Y ¡es tan hermosa!
Es una pradera que esconde épocas de flores,
o luces de montaña,
o damas de ojos profundos y sonrisas luminosas,
voces de niños en el horizonte,
unos libros,
o tu pubis y sus fuentes de perfume,
según los gustos y la forma de tus ojos
Y al fin, tras décadas cavando en las arenas,
hemos logrado el gran descubrimiento:
se han extinguido
Las promesas.
José María Ortega González. (Bullas, Murcia)
Poema busca ilustración… (propia y apropiada)
lapoesianomuerde@gmail.com
(Con nombre, apellido, ciudad y enlace)
Hola, buenos días, soy José María Ortega, autor de este poema. Gracias por publicarlo. Por otra parte estaré encantando a los comentarios u opiniones que se anoten aquí sobre el mismo. Gracias
Me gustaLe gusta a 2 personas
Tienes algunas bellas imágenes Jose María como él piano de viento 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona