Eres un Sol, eres la Luna, eres esa plácida sonrisa
que ama con los ojos cerrados mi indómito beso fugaz
en tu deliciosa boca ardorosamente sublime;
sólo así sabrás que nunca te olvidaré jamás.
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¿Cuánta pasión debo agregar para vaciar en tu corazón
que se niega a escuchar el sonido de mis latidos
y, el apetito insistente de mi paladar amenazador
ante todo voraz pero dócil sin dejar de suspirar
por ti en esta atmósfera terrestre
tras el espejo de ilusión en las cálidas noches?
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Así se abalanzan cabalgando con sus tropiezos irresolutos
los hambrientos potros salvajes que relinchan
al trotar por el camino pedregoso
que abarca la explanada formidable
entre los espejismos que asoman insolentes
por tu fulgurante mirada de estrellas
esas que rezuman lágrimas que gota a gota
caen desde la Bóveda del Firmamento.