Te palpo, con guante de látex.
Te escucho, a ritmo de sístole.
Te observo, a través del microscopio.
Te huelo, en una rosa de bronce.
Te saboreo, cada noche.
Tal vez no lo hice por ti,
tal vez lo hice por salvarme.
Sé que achacarás todo a una locura invertebrada.
Vértebra a vértebra construí mi propio cadáver.
Al fin y al cabo ¿Qué nos queda para vernos?
Yo voy paso a paso caminando hacia Antares
y miro tu reloj, pero solo veo ecuaciones.
Francisco Escribano (Madrid)
https://eljardindefisco.wordpress.com/2016/03/14/septima-rosa-de-bronce-zhivago/